GANADORA DEL PRIMER CONCURSO DE CRÓNICA BREVE CRSITINA PACHECO

Publicado el 17 Mayo 2025

SC/CPDC/AR15-25

BREVE ENCUENTRO CON EL AGUA Y LA TIERRA SURORIENTE DE LA CIUDAD DE MÉXICO

POR ATEZCAZOMAHTLI

Eran las 6:30 de la mañana al suroriente de la Ciudad de México, el sol apenascomenzaba a salir y Galdino Galicia ya se encontraba a las afueras del mercado descargando de su triciclo la mercancía que más tarde se encargaría de vender su esposa.

Cuando me vio, noté un poco de sorpresa en su rostro, nos saludamos y a los pocos segundos me comentó: “pero, ¿por qué tan temprano joven?” “Eso es lo de menos”, le dije tras unas breves risas, así que pasé a ayudarle a descargar las cosas que todavía estaban en el interior de su triciclo, pues a pesar de que Galdino conserva su fortaleza, debe ser más cuidadoso debido a que renguea de su pie izquierdo a causa de un accidente que sufrió en sus trayectos hacia su chinampa, a la cual nos dirigimos al terminar de descargar las cosas que utilizaría su esposa durante la venta.

Subió a su triciclo sin ninguna dificultad y comenzó a pedalear en dirección al panteón del pueblo, fui junto a él en mi bicicleta y pronto llegamos a “La Habana”, una colonia que se asentó en lo que algún día fue el paraje conocido como Xicaltilta.

Mientras transitábamos por sus calles, veíamos como las personas salían de sus hogares y caminaban hacia las avenidas principales para ir a sus trabajos, por otro lado, padres y madres de familia acompañaban a sus hijos a las escuelas primarias cercanas. Galdino prefería esta ruta, ya que anteriormente solía irse por la avenida Tláhuac-Chalco, una vía bastante transitada debido a que por ella se desplazan los transportes que van de la Ciudad de México al Estado de México y viceversa, allí, entre tanto ajetreo mañanero, es donde él fue atropellado por un vehículo conducido por una persona en estado de ebriedad.

Después de pedalear un tiempo, pasamos del asfalto a un camino de terracería que nos llevaría al ejido de Tláhuac, lugar en el que Galdino posee “un pedacito de tierra” que le ha permitido vivir a él y a su familia. A la mitad de su chinampa había una pequeña choza construida con tabiques pegados con Calidra y cubierta por un techo de láminas de cartón, aquí, él guarda sus herramientas necesarias para trabajar la tierra y sus cosas personales.

Galdino entró a ese pequeño cuarto para vestirse con la ropa que utiliza para trabajar, unas botas de hule, una camisola y un sombrero de paja, así como también me invitó a dejar dentro mi bicicleta, pues me advirtió que, aunque él esté trabajando, sin percatarse han llegado personas a hurtar sus pertenencias.

Caminamos a lo largo y a lo ancho de la chinampa, me mostró los cultivos que tenía, entre ellos: las plantitas de menta, la coliflor, la “flor de muerto”, mejor conocida como cempasúchil o cempoalxochitl en lengua náhuatl, el betabel, las acelgas, las calabazas, los chilacayotes, el chayote, no podía faltar el maíz, y su más reciente cultivo de coliflor de invierno, la cual se encontraba todavía en almácigo.

El almácigo, es un pequeño espacio destinado para la germinación de semillas y se hace con la ayuda del lodo extraído del canal que se encuentra a lado de la chinampa de Galdino, del cual también se abastece de agua para sus cultivos. Al estar entre la chinampa y el canal, él se agarró muy bien de un árbol que estaba al borde de la tierra, bajo hacia el agua por unos escalones que hizo con piedras hasta una parte no tan frondosa, me pidió que le extendiera una pala y al sumergirla un par de veces sacó un poco de lodo para mostrarme como debía verse el lodo “bueno”, ya que el más estancado no sirve, “ese está podrido”, me decía.

Galdino comentó y me mostró que para hacer el almácigo se debe llenar un pequeño espacio cuadrado con la profundidad de un dedo con el lodo extraído del canal, se seca ante el sol un tiempo y una vez seco se trazan unas líneas con un rastrillo para jardín, las cuales formaran una cuadricula, a estos pequeños cuadros se les llama “chapines”, a los que se les hace un pequeño hoyo con el dedo para colocar dentro las semillas. Una vez colocadas, se cubre la superficie con abono, después con un poco de tierra y finalmente se coloca una pequeña capa de pasto seco.

“Esto sirve para que la semilla no se seque con el sol al momento de su germinación en el almácigo. Ya luego, cuando sale la plantita unos diez u ocho centímetros, ésta se debe trasplantar colocando sólo la raíz dentro de la tierra, pues si se siembra más del tallo puede que la planta tienda a pudrirse”, mencionó.

Enseguida, también me mostró cómo esparcir las semillas de cilantro y rábanos en los surcos que hacía con la ayuda de su azadón. Me invitó a hacer un par de éstos para proceder a arrojar algunos granitos de rábanos, los cuales me decía, debían esparcirse entre espacios de 10 a 15 centímetros a lo largo del surco.

Después caminamos hacia otra parte de su chinampa en la que recolectamos algunos chayotes con espinas, juntamos entre 10 a 15 que serían para la venta del día siguiente y que tienen un precio de $20.00 a $15.00 pesos, “depende el tamaño”, comentaba.

Mientras seguíamos cortando algunos chayotes llegó Fernando Pineda, quien trabaja como peón en la chinampa. Cuando lo vimos ya había comenzado deshierbar con la ayuda de un machete una pequeña nopalera, posteriormente, supe que ya tiene trabajando ahí 15 años y que regularmente recibe una paga de $50.00 a $80.00 por día.

Luego de un tiempo, compartimos desayuno Galdino, Fernando y yo; un poco de té y caldo de pollo acompañado de tortillas sació nuestra hambre aquella mañana.

Mientras esto sucedía, Galdino compartió que ha trabajado en el campo con su papá y su abuelo desde que era niño, aunque recuerda que antes no trabajaba en esa parte del ejido, sino en la zona chinampera, en la que sembraban solamente hortalizas, “ahí la producción era muy buena”, recordaba. También, mencionó que sus desayunos de antes eran tacos de jitomate, chiles y a veces cilantro, “de lo que había ahí nosotros comíamos”, decía.

Cuando Galdino terminó de desayunar, entró a su chocita y me invitó a ir tras de él, ahí me enseñó algunas de las semillas que tenía guardadas: cilantro, acelga y unas pocas de jitomate. De igual forma, me mostró lo que él llamaba “la medicina”, refiriéndose a una botella de glifosato, un herbicida que comúnmente se utiliza para eliminar hierbas y arbustos. Dentro del cuarto, me percaté que había una pequeña cornamenta pegada con Calidra en las paredes. “Son de chivo”, me dijo Galdino, “son para ahuyentar a los cincuates, también los cigarros tirados en el piso sirven para eso”, bajé la mirada y me di cuenta que había de tres a cinco cigarrillos en cada esquina del cuarto, pues esto ahuyenta al animal debido a que no le gusta el olor a tabaco, decía.

Antes de retirarme, le pregunté a Galdino que tiempo era más propicio para trabajar en su chinampa, por lo que respondió que es mejor trabajar en los meses de enero a marzo, pues es cuando comienzan a sembrar la mayoría de las personas en el ejido. Una vez comentado esto, agradecí por haberme permitido conocer su “pedacito de tierra” y me despedí de él y su trabajador.

Inmediatamente, emprendí camino de regreso hacia el mercado de Tláhuac. Allí, me encontré con dos personas que vendían sus productos del campo, Luis Mejía, por ejemplo, quien recordó cómo lo lacustre estuvo presente en su infancia, pues decía que antes había muchas chinampas y cuando él salía de la escuela lo mandaban a regar la lechuga, la espinaca, la flor, en fin, lo que su padre sembraba.

En sus palabras expresó: “Ya que terminábamos de regar en la chinampa los cultivos, veníamos para la casa en donde vivíamos, ahí mi madre nos hacía de comer. Éramos mi padre Pedro Mejía Vázquez, de mis hermanos estaba Gabriel, Juan, y yo Luis Mejía Vázquez, de mujeres Justina y Josefina".

“También, me acuerdo que cuando nos íbamos a pescar, has de cuenta que iba haber un santo (un cumpleaños) por ejemplo, el de mi papá o el de mi mamá, íbamos a pescar y en lugar de mole o pollo, comíamos pescado, lo hacía mi mamá en una cazuela grandota. Esperábamos a que vinieran de las chinampas o de la hacienda, la hacienda era por Chalco y las chinampas más por acá por el Lago de los Reyes. Nomás nos esperábamos, se juntaba toda la familia y entre todos lavábamos el pescado, lo limpiábamos, lo cocinábamos y todo, nos juntábamos a comer y festejar”. “Antes, duraba hasta ocho días el recalentado, ‘la correteada’ le decíamos. Todos estábamos ahí en la casa hasta que se cumplían ocho días y ya después de eso a su casa cada quien. Pero luego mi hermana Justina, como era muy pachanguera, siempre venía a comer a la casa, en domingo, o cualquier día de la semana, iba ahí con nosotros, era la que nos seguía más”.

“Recuerdo que el primero que salió de aquí de la familia al centro de la ciudad fue mi hermano Gabriel, luego Juan. Ellos son los que salieron porque la laguna se secó, allí jugaban futbol, entraban los carros de lado a lado. Nadie salía a trabajar al centro, se mantenían de lo que producía la tierra como nosotros ahorita y ahí se mantenía uno, la gente duraba de hasta 100 años, 110. Y así, fuimos creciendo, nos casamos, y ahorita, cada quien solo, la vida es así”.

Por otro lado, también pude conversar en con la señora Celia Martínez, quien me compartió un recuerdo de su infancia cuando solía acompañar a su padre a la chinampa en la que él trabajaba. Ella decía con añoranza aquel medio día: “¿Cuándo había visto que teníamos que comprar el agua para hacer de comer? Nunca… Yo llegué a tomar agua del campo, donde sembraban, era agua limpia, salía del ojo de agua, me acuerdo que decían que era de Tulyehualco. Era yo chamaca y le iba a dejar a mi papá su almuerzo en el campo porque él era campesino, sembraba solamente pura verdura y maíz. Y pues, cuando uno es niño, como quien dice, no le toma importancia a las cosas. Ese día me acuerdo que me decía mi papá: -Hija, ¿vas a pasar a almorzar conmigo?

  • No papá”. “Ciertamente, fuimos muy pobrecitos antes, una casita por allí, otra por allá, el pueblo era muy chiquito, muy chiquito era el pueblo.
  • No porque no traje agua pa’ que se me baje, ¿con qué se me va bajar mi almuerzo que voy a comer?
  • ¿Qué cosa que no traes agua? -Pues no, no traje agua.
  • ¡Te quisieras acabar toda el agua que hay aquí, en la zanja!” “Pues cuando es uno chamaca, dice cosas que ni sabe qué cosa es lo que dice.
  • Te quisieras acabar el agua…
  • ¿Apoco está limpia?
  • Pues si sale del ojo de agua hija, esta agua está limpia”.

“Antes se daba mucho el berro, el berro tiene mucha lamita, y el berro andaba encima volando, y el agua pasaba por abajo del berro, por abajo de la lamita, y se veía como sucia, pero no, porque era su raíz del berro. -Ahorita voy a agarrar una ollita para sacarte agua.” “Se agarraba bien de la zanja y se empinaba mi papá.

  • ¡Se vaya uste a caer!
  • ¡No me caigo hija!” “Al poco tiempo regresaba mi papá con la ollita llena de agua.
  • ¡Órale, toma tu agua!
  • ¿Apoco está limpia?
  • ¿Cómo no? Está limpia hija, tómatela…” “Sentí como muy… no sé, como que me dio gusto al tomar el agua, y sentí que me cayó bien, fría fría, como si hubiera tenido hielo, limpiecita. ¿Ahora que agua tenemos? Nada de agua, se acabó”.

“Me acuerdo que para que el agua pasará al ejido, pusieron unos tubotes grandotes, y cuánto pescadito chiquito, lo que nosotros le nombrábamos: el mixpetulito. Antes, mi papá como había mucho pescadito de ese y que usábamos para hacerlos en tamal, iba a traer por bote, un bote o dos botes, o sino con el ayate, lo traía con el aguantador. Una ayatada de puro pescadito que se hacía en tamal, pero eran tamales que para dos o tres tacos te alcanzaba, tacos bien llenos de pescadito, y qué sabroso era, con sus venas de chiles, su cebollita y su epazote, qué sabroso era. Deberás que antes sí comimos bueno y limpio”.

Tras estos recuerdos, los cuales a veces suelen estar casi incompletos, o, a veces son inventados un poco, me di cuenta que son parte significativa en la memoria de las personas y por tanto, poseen un lugar muy valioso en la memoria de un pueblo que se manifiesta a través de la voz, una voz colectiva que evoca tiempos en los que la obtención de alimentos era por medio de técnicas consolidadas en conjuntoal medio, en estos casos, un medio acuático del que eran extraídos animales significativos en la alimentación de las personas de Tláhuac, tales como los que decía Luis: “carpas, ajolotes, tepocates, acociles”, o bien, un medio imprescindible que es la tierra, en la que aún son cultivados los alimentos como se hace en las chinampas tal lo demostró Galdino esa mañana.

De modo que, en un lugar como la alcaldía Tláhuac, los canales y las lagunas han permitido saciar la necesidad del hambre de las personas gracias al manejo de su agua y de sus tierras, las cuales están presentes en la memoria como un símbolo fundamental que se ha transformado con el tiempo en diversos sentidos, pero que sigue siendo el elemento principal para la vida en esta parte al suroriente de la Ciudad de México.