TEATRO DEL PUEBLO, UNA JOYA ESCÉNICA EN EL CENTRO HISTÓRICO
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El Teatro del Pueblo es una joya al descubierto por la belleza y decoración de su pasado vivo; por el complejo arquitectónico que lo integra en el Centro Histórico; por ser el único teatro con este aforo en un segundo piso y por quienes están detrás de los escenarios en su preservación para presentaciones culturales a todo público, como desde hace casi un siglo. El 24 de noviembre, este recinto del Sistema de Teatros de la Ciudad de México, encabezado por Julia Cabrera Solís, de la Secretaría de Cultura capitalina, festeja 91 años de hacer historia.
“Hay una belleza que es innegable, lo cual hace que este espacio, por solo su propia visita, ya sea un enriquecimiento para el espíritu y para revalorar nuestra identidad y nuestro pasado artístico, escénico y teatral. Este teatro tiene la posibilidad de ser descubierto (...) es una joya todavía por descubrir y creo que eso lo hace único. Este es el único de los teatros que está en un segundo piso, que está en este espacio que tiene un pasado histórico.Aquí fue un claustro y un estudio jesuita muy importante y pasó muchos otros momentos históricos”, dice Luis Esteban Galicia, encargado operativo del recinto.
Obras de teatro para todas las edades, presentaciones de danza y música, congresos, distintos espectáculos y representaciones artísticas, centro cívico durante la administración de Álvaro Obregón y, por algunas décadas, sala de cine. Todas sus facetas conviven aquí junto a una mezcla de varios estilos arquitectónicos con trazos neocoloniales, neoclásicos, art déco y de la belle epoque.
Nació con el mercado Abelardo L. Rodríguez y una biblioteca, ahora centro educativo, sobre lo que fue el antiguo monasterio de Loreto y el Colegio Jesuita de San Pedro y San Pablo.
Una puerta de madera tallada da la bienvenida y tras el umbral se respira su pasado, la vista contempla el esplendor de los detalles bordeando el techo. Cada paso resuena con el crujido nostálgico de la duela al abrirse paso en el pasillo central y laterales, entre 529 butacas de madera y herrería dispuestas en una ligera pendiente hacia el escenario.
Ahí, en la bocaescena, la decoración cautiva. Espejos y mosaicos aluden a la flora y fauna veracruzana y danzas típicas, obra de Juan Campos W, cuya historia personal es un misterio arrasado en el tiempo. Detrás del telón, sobre el escenario y entre el público, el Teatro del Pueblo se mantiene vivo gracias al equipo operativo. En tramoya, iluminación y audio con el que las propuestas escénicas, cualquier presentación artística o cívica pueda montarse y cada asistente disfrute la función, sea un verdadero espectáculo y se lleve una experiencia única.
Jesús Juárez Silva es jefe de foro hace 5 años, acumulando anécdotas y conocimientos en cada una de las áreas por casi 30 años detrás de bambalinas y por las que ahora es responsable.Con esa experiencia sobre los hombros ha celebrado casi dos siglos en recintos teatrales, el primero por el centenario del Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, en 2018, y ahora en el 91 aniversario del Teatro del Pueblo, orgulloso por recibir ese grato encanto de quienes lo visitan por primera vez.
“Cundo entra la gente, (dicen): ‘¡Uy, qué bonito teatro! ¡No lo conocía!’ y se llevan una impresión muy bonita del teatro, y cuando salen nos dicen: ‘¡Felicidades, qué bonito lo tienen!’... eso es algo que no lo puedes describir con palabras, el sentimiento cuando de lo dicen”, comparte con la satisfacción iluminando su rostro.
A unos 5 metros de altura sobre el escenario, entre el paso de gato y las entrañas del teatro, David Cerón se reclina confiado, sin miedo. Él y su compañero Axel son los tramoyistas encargados de la operación manual, de la subida y bajada de varas de más de 80 kilos, del movimiento de escenografía, del telón o cualquier requerimiento escénico. Aprendió de sus compañeros en este año y medio de trabajo; su satisfacción es por los reconocimientos de las distintas producciones por hacer que todo salga como lo planeado.
"Tenemos que actuar como un relojito. Yo tengo mi telón del otro lado del escenario y nos dicen: '¡Cierra telón!', '¡Apaga luces!', '¡Sube... baja... regresa!', '¡Se desafocó algo!'... es algo que no se ve, que no se está viendo. Que salen, (por ejemplo) chicas de danza , salen bailando, haciendo, en cualquier función, y se mueve algo, o se desconectó algo, o el audio no está sonando o algo está pasando y detrás hay alguien que está corriendo y no se ve y ¡somos nosotros!", dice con seguridad.
Donaxi Abigail Gerardo, Abi, es la responsable del audio, de colocar diversos tipos de micrófonos, dar salida a la música y pistas en cada puesta en escena, de las adaptaciones necesarias con cableado y más para instrumentos musicales y ajustar eso para una buena acústica. Lo que más la motiva es el resultado de los montajes y solo tiene un deseo para que siga ocurriendo lo que llama magia en cada presentación: la asistencia del público.
“La gente que viene a ver un espectáculo que se va feliz, que se va contenta ¡eso es lo que le da vida al teatro y eso también nos da mucha vida a nosotros! Ya vinieron, ya disfrutaron de la función, pero también se llevaron algo, se llevaron ese ratito de convivencia entre familias, se llevaron un nuevo aprendizaje y ¡por qué no! a lo mejor luego han venido niños y han dicho: ´¡Yo quisiera estar ahí!’”, señala detrás de la consola análoga que opera.
Miguel Camacho es jefe de iluminación, maneja la consola para crear atmósferas y transmitir sensaciones a las y los espectadores, desde ambientes para puestas infantiles con luces y colores, hasta quizá, la sobriedad para la música y la ópera. Entre historias fantasmales, asegura que su mayor satisfacción es el reconocimiento y el aplauso del público.
"Es un gusto llegar a un lugar que fue armado para el pueblo, en un teatro tan hermoso como el que tenemos aquí, porque tenemos muchos murales hechos en 1934, que fue cuando se terminó el teatro. Y para mí es una satisfacción enorme trabajar para el público. A veces no me ven, pero cuando aplauden ¡bueno! mi trabajo y el de mis compañeros valió la pena", asegura durante una prueba en el escenario.
En mayo de 2024, los murales de Pablo O’Higgins, Juan Campos W y Antonio Pujol fueron restaurados y hoy se siguen conservando como patrimonio artístico de la capital para garantizar que permanezcan por muchos años más.
“Espero que dentro de otros 90 años, celebremos otros 90 años de este recinto; que me comprometo, yo desde mi parte como ciudadano, como trabajador, de cuidarlo, creo que eso es parte fundamental que tenemos que hacer con todos estos recintos y que gracias por albergar tantas y tantas y tantas historias", añade Leonardo Barajas, asistente administrativo y responsable de la taquilla.
Para este festejo, los elencos y artistas, el equipo técnico, el escenario y cada rincón del teatro de alistan con “La Nueva Revista Mexicana” de La Pícara Pandilla, con Brissia Yeber y Jessie Garibay, un formato escénico de principios del siglo XX adaptado con las nuevas propuestas y la participación del tenor Moisés Cerón: bailes folclóricos de Sones de Luna y Sol; arte drag de Matronna X; la sensualidad del burlesque.Todo estará listo para ofrecer dos funciones de entrada libre, el sábado 22 y domingo 23 de noviembre, a las 17 horas.
Estas presentaciones estarán dedicadas a los comerciantes del mercado Abelardo L. Rodríguez, que también cumple 91 años, y la segunda para los organilleros, quienes continúan el proceso para recibir la declaratoria como Patrimonio Inmaterial de la Ciudad de México.
“Valdría mucho la pena que la gente viniera a conocerlo como esta joya arquitectónica testigo del pasado escénico de México y, sobre todo, que vengan a hacer uso de sus derechos culturales consumiendo espectáculos o participando de los enlaces comunitarios que estamos creando. (...) La historia se sigue construyendo y nos da mucho gusto que, encabezados por la maestra Julia Cabrera, tengamos la oportunidad de celebrar estos 91 años”, añade Luis Esteban Galicia, responsable operativo del teatro, además de actor, narrador, escritor de obras para las infancias, entre otras actividades culturales.
Una mirada al pasado posrevolucionario, una oferta cultural amplia y de entrada gratuita, una esencia siempre abierta recibir a todos, al diálogo directo con la gente, a su apropiación y cuidado, y con un encanto a los sentidos para quien quiera apreciarlo. Es el Teatro del Pueblo, ubicado en República de Venezuela 72, en la zona comercial del Centro Histórico.
Una joya invaluable y con ganas de mostrarse por muchos, muchos años más.
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